Sin esfuerzo y sacrificio no hay beneficios.

Freud propuso la idea que existen básicamente dos métodos mediante los cuales nos manejamos en la vida: El principio del placer y el principio de la realidad. Todos nosotros nos manejamos inicialmente por el primero y algunos vamos descubriendo el segundo en el transcurrir de nuestras vidas.

El primer método de enfrentar la vida es evitar el dolor y buscar el placer. Es un sistema muy simple. Si se siente bien: cómelo, tómalo o hazlo. Si se siente mal: escúpelo, deshazte de él o evítalo. Este sistema funciona bastante bien para muchos organismos, inclusive para las bacterias. Funciona bastante bien para las personas también. Durante nuestros primeros meses de vida, cuando lo único que necesitamos es: comer, dormir y hacer nuestras necesidades, el principio del placer es una estrategia ganadora. Sonríe y has ruiditos simpáticos si se siente bien, chilla desaforadamente si se siente mal. En cualquiera de los casos mamá vendrá corriendo y todo estará bien.

El segundo método implica someterse voluntariamente a  sufrir y hacer sacrificios ahora para obtener beneficios después. Puede parecer una locura pero, tiene mucho que ver con la tolerancia a la frustración y la postergación del placer, estrategias muy importantes que se deben ir haciendo parte de nuestra vida a medida que maduramos.

Estas estrategias nos permiten esperar pacientemente a que nos atiendan en la cola del banco, ahorrar, estudiar, seguir una carrera universitaria y hasta evitar gritar algún improperio si el tráfico no avanza. Freud lo llamo “El principio de la realidad” porque estimaba que estas cualidades son fundamentales para lidiar con las complejidades de la vida de una manera efectiva y satisfactoria. Yo lo llamaría trabajar en uno mismo.

Uno de los principios de la vida es que nuestra actitud hacia el esfuerzo y el trabajo nos hace o nos deshace como personas. Si no nos tomáramos el trabajo de hacer esfuerzos y sacrificios y nos guiáramos solamente por el principio del placer jamás invertiríamos tiempo y esfuerzo en conseguir habilidades necesarias para el desarrollo de nuestras vidas. No aprenderíamos a hablar, caminar o montar bicicleta por ejemplo. Comeríamos demasiado y nos ejercitaríamos muy poco, gastaríamos más de la cuenta y probablemente no ahorraríamos nada. Perderíamos oportunidades por considerarlas muy riesgosas, no tendríamos relaciones de pareja por evitar el dolor que podrían producirnos y así podríamos seguir con una lista interminable de desventajas.

Afortunadamente podemos dejar a un lado el principio del placer y concentrarnos en trabajar en nosotros mismos. Tomar en cuenta que la cuota de trabajo y esfuerzo en lograr nuestros objetivos (desde los más simples hasta los más complejos) va a ser proporcional a los logros que obtengamos.

Trabajar en nosotros mismos para desarrollar estas habilidades esenciales para obtener una vida adecuada, gratificante y satisfactoria, es una tarea ardua que bien vale la pena.   

 Ronny Schmatz Wolff

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